Y al final acabas ebria de vida,
con el invierno en tu corazón.
Intentas convertirlo en primavera,
pero solo consigues quebrarlo un poco más,
gastarlo un poco más
y hacer que dure... un poco más.
Y al final,
no lo controlas.
Te dices que si que tienes el control
que tú no das tantas vueltas,
que es la vida quién ha decidido hacerlo.
Pero te engañas.
Te mientes a ti misma.
Sabes que quién va a miles de kilómetros por hora eres tú,
son tus sentimientos,
son tus emociones
y en efecto, tu vida.
Pero no hay marcha atrás cuando intentas frenar
cuando decides dejar de ir tan rápido
porque te pierdes los buenos paisajes del trayecto
te fijas en algo
y quizá, solamente quizás,
por eso te parezca que vives en un invierno permanente
aunque fuera de tu mundo sea el más cálido de los veranos.
Y al final,
todo es Diciembre.
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